miércoles, 8 de septiembre de 2010

Las mentiras de la crisis y el valor del silencio.



Recientemente se están publicando en Internet los videos de la UGT sobre “Las mentiras de lacrisis”, unos sketches protagonizados por David Fernández Ortiz (mal llamado Chikilicuatre), en el que se da cabida de forma humoristica a los“males” empresariales, y las mentiras de la crisis.

En primer lugar, vaya por delante que la información del ciudadano medio en materia económica es muy importante, y debería estar más fomentada por toda clase de vías.  Pero, sinceramente, ¿es esto necesario?

El mensaje no está mal, y yo concuerdo en parte con la 1º, y totalmente con la 2º, pero el mensaje tenía muchas otras formas de ser transmitido, y está, si no la peor, desde luego no es la mejor.

El humor de los videos es zafio, la calidad del siglo pasado, el mensaje burdo y demasiado bruto. Pone al empresario como un autentico estúpido cabrón malévolo, equivocándose ellos mismos del culpable al que señalar.

Todo se basa en una publicidad autoinducida por una cara conocida y las reacciones inmediatas de los que sólo pueden decir la  verdad. Estos videos son lamentables.

Hoy en día, por ejemplo, triunfan más algún tipo de dibujo con personajes mucho más personificadles, que en forma de sketches más cortos y directos hubieran llegado más.

Lo razonable no es pensar que todos los jefes son unos palurdos maquiavélicos, muchos lo son, pero son inofensivos para la economía general. El problema de que el gobierno no pueda aumentar el déficit es de los que aumentan los tipos de interés. El problema de la burbuja inmobiliaria es de todos los ciudadanos. El problema de optar por una vía en la política fiscal es del gobierno… Obviamente, es mucho más difícil intentar llevar a la huelga con argumentos más complejos de explicar, pero lo único que se consigue con algo así es que se te rían en la cara.

Muchas veces, el silencio, no hablar para no parecer lo que no se es, tiene más valor que ir a la desesperada. Estando en el siglo XXI, todo aquello que parezca desfasado, está, en realidad, desfasado.

Y nadie quiere participar en algo desfasado.

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