sábado, 4 de diciembre de 2010

Monopolio laboral y el fallo de la negociación



Nunca se habla del monopolio o el oligopolio laboral, quizás por que en cierto sentido tiene poca diferencia con respecto al empresarial.

Sin embargo, en el futuro creo que nos vamos a encontrar con problemas de estos más a menudo.

¿Cuál es el problema?

La interdependencia de las necesidades de unos y las capacidades de otros hacen obligatorio el que se coopere de una forma u otra para alcanzar algún fin económico.

Además, como existen beneficios derivados de la cooperación, esta se hace casi indispensable en un mundo como el actual, de ahí que se de tanta importancia a las instituciones. El problema es, ¿Cómo cooperamos? O, dicho de otro modo, ¿Cómo repartimos el beneficio de cooperar?

En las negociaciones, uno saca toda su artillería encima de la mesa,  y el ser indispensable para la cooperación es, de momento, la bomba más potente en el arte de encauzar el acuerdo a tu posición.

Cuanto más indispensable eres, más puedes pedir o exigir.

Y esto es como en las empresas, en el caso de que exista un grupo reducido de trabajadores con un alto poder de negociación derivado de su alta especialización, podemos tener problemas si no definimos bien unos límites mínimos en los acuerdos, o si no pasa lo que está pasando ahora.

Es un problema de difícil solución porque, si no quieren, no tenemos una alternativa real con la que sustituir a los controladores que están “enfermos”.

La única arma de la que dispone el gobierno es la de las amenazas, y estas deben ser creíbles (punta básico en teoría de juegos). No solo eso, los controladores se tienen que sentir amenazados por ellas.

Digamos que es una lucha de poderes. El poder que les otorga la especialidad de ser los únicos que pueden desempeñar un trabajo de suma importancia y estar unidos y el poder de las instituciones, militancia incluida.

Sea lo que sea, es un insulto a la cooperación y a los acuerdos.  Un fallo tanto de los controladores como del gobierno que sigue sin estar fino (o lo está demasiado) en esto de las negociaciones.

Pero también era inevitable. Llevamos años viendo como cada uno amenazaba una y otra vez con ser más extremos si no conseguían lo que querían. Sólo era cuestión de tiempo que ambas amenazas se vieran las caras a la vez, para el disgusto de los transeúntes que, sin poder hacer el viaje deseado, se quedan sin ver a sus familias o lugares de destino en este puente de la Constitución.

Así que hemos pasado de una guerra de negociación a una de poderes. Y puede que vaya para largo, o puede que se gane en un par de horas. Aunque es más probable lo primero.

1 comentario:

  1. [...] consigo ciertas peculiaridades positivas, y una de ellas es la defensa de la libre competencia. El otro día hablaba del monopolio laboral, y hoy continuo con [...]

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