miércoles, 8 de diciembre de 2010

En defensa de la libre competencia laboral.



El hecho de que en Estados Unidos sean más liberales que aquí trae consigo ciertas peculiaridades positivas, y una de ellas es la defensa de la libre competencia. El otro día hablaba del monopolio laboral, y hoy continuo con ello.

Llamamos monopolio a toda aquella situación en la que es únicamente una empresa la que puede proveer el servicio o el bien que se necesita en un mercado. Esto le da un poder tan grande que le permite elevar mucho los precios, ya que no tiene ninguna otra empresa que le pueda “robar” los clientes. Si además estamos en un mercado necesario, es decir, con una demanda inelástica, el sobreprecio puede ser desorbitado.

Hay cuatro formas básicas en las que puede existir un monopolio.

La primera es aquella situación en la que más de una empresa no es rentable. Son empresas que necesitan una capitalización descomunal, y que, a menudo suelen alquilar sus servicios a otras compañías que si pueden competir. Hablamos por ejemplo de todo tipo de infraestructuras públicas como las vías del tren, el cableado de la línea telefónica, etc. Claro que, como además suelen coincidir con servicios públicos (de ahí que se necesita la inmensa capitalización), se suelen hacer empresas publicas (aunque luego la gestión sea privada). Esto se permite, más que nada porque no queda otra.

La segunda, es aquella en la que sólo una empresa es eficiente, o dicho de otro modo, ninguna más puede ser como ella. Es más difícil poner ejemplos, pero piensen en una empresa que sea tan buena y tan competitiva, con unos precios tan bajos que ninguna otra empresa podría plantearse competir con ella. Claro que como ya decimos que para que se de esto los precios tendrían que ser muy bajos, tampoco tiene muchos problemas.

La tercera es aquella derivada de las patentes. Aquí el monopolio no es de la empresa, sino de un producto, o un servicio, o una característica. Este derecho de patentes hay que mantenerlo porque es lo que incentiva a las empresas a innovar.

Y llegamos al cuarto, el monopolio “malo”. Aquel que es monopolio por usar malas artes como poner barreras a la entrada de otras empresas, usar una posición dominante, etc. Y esta es exactamente la que se puede equiparar a la situación de los controladores aéreos.

Los monopolios laborales no son malos de por si, como cuando podríamos hablar de sindicatos especializados. El problema es cuando ellos mismos dominan y utilizan barreras a la competencia para seguir dominando el mercado. Ahí se quebranta la libre competencia. Hay se usa el poder de mercado. Y por tanto, ni como liberal, ni como no-liberal, existe excusa alguna para permitir dicho abuso.

Los controladores han estado años frenando la entrada de nuevos controladores para que exista una sobreoferta de horas que se han de cubrir con horas extra, mucho mejor pagadas. Mientras lloraban de cara al público diciendo que hacían falta más controladores, o que no les dejan negociar. Lo que me fastidia es que el dinero que ya han ganado robándoselo a todos aquellos que, como ellos, estudiaban y estaban preparados para ser controladores sin poder llegar a serlo, se lo quedaran en sus pobres bolsillos de controlador aéreo.

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