Ayer se presentaba en Zaragoza la recién creada Cátedra Ernest Lluch, y
se iniciaba con una conferencia de Antón Costas.
Como no podía ser de otra manera, la conferencia inaugural
se centro en la crisis, no tanto en como se formó, si no en las políticas que
la han ido combatiendo y en como, poco a poco, una creencia política más basada
en la ideología que en la práctica económica se adueñaba en forma de austeridad
pública.
El ejemplo práctico que puso era, sobre todo, visual, si
bien no es la primera vez que lo escucho e incluso creo que aquí lo he usado
alguna vez. Con el freno de los motores principales de la economía (el consumo
privado y la inversión privada), y con unas características que nos hacen muy difícil
que la exportación sea una salida creíble a corto plazo, solo nos quedan dos
motores auxiliares, la política monetaria (que pasa por las autoridades
europeas) y las fiscales.
Tras las actuaciones conjuntas de 2009 en forma de políticas
expansivas, 2010 ha sido un año de crecimiento para muchos países. Sin embargo,
la historia nos dice que estas crisis de sobreendeudamiento duran
aproximadamente unos siete años. El aumento de deuda relativo a estas políticas
expansivas asustó a unos gobiernos que comenzaron a reducir, olvidándose completamente
del problema de fondo, su actividad. Lo cual nos vuelve a traer a un 2011 en el
que los estados están de capa caída. Y donde las perspectivas son cada vez
peores.
Hay que remitirse, por tanto, al reciente informe del FMI: “No
hay que hacer políticas de austeridad demasiado rápido porque se compromete el
crecimiento. Ni demasiado lento, pues se compromete la credibilidad”.
Hay que ajustar las políticas para que actúen en el corto y
medio plazo, y para eso hacen falta buenos dirigentes. Los cuales no tenemos.
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