domingo, 21 de noviembre de 2010

Europa vuelve a necesitar el uso de la solidaridad monetaria.



Cuando Grecia comenzó a ser el problema gordo de Europa, los europeos mirábamos incrédulos la situación sin saber muy bien si esto tendría solución y si, de existir, llegaría antes de que el oleaje reventase también la fiscalidad española, o la europea en su conjunto.

Cuando todo parecía solucionado, Irlanda, que lleva con problemas gordos desde el comienzo de la crisis, avisa, y Europa, que parece que ya ha aprendido, acude al rescate.

¿Por qué se necesitan ayudas?

Irlanda, al igual que España, tenía una burbuja inmobiliaria que aumentó mucho más los efectos nocivos de la crisis internacional. Y, al igual que los países mediterráneos, con menos credibilidad en esto de buscar fondos monetarios que financien el gasto público, ha padecido el mal de los altos intereses durante mucho tiempo.

El Estado tiene una capacidad mucho más grande que una empresa media en esto del endeudamiento, sobre todo por que nadie duda de que dentro de 200 años seguirá existiendo. Pero deberíamos haber aprendido ya que las “deudas externas” son perjudiciales a nivel global.

Con esto en mente, los intereses que se pueden llegar a pedir son tan altos que los estados entren directamente en un límite del que creen no poder subir. Sobre todo por la retroalimentación económica. Si la prima de riesgo sube, eso les está indicando a los que dan deuda de que es un país poco seguro, lo cual hará incrementarse aun más la prima de riesgo. Solo un efecto tajante puede cortar la dinámica. España, haciendo caso a Europa y siguiendo sus directrices, ha conseguido frenar el drenaje. Irlanda no.

Así que, finalmente, Europa decide ayudar a Irlanda. ¿Cómo? Simple, dándole la financiación que necesita con intereses, pero con uno mucho menores a los que el mercado, en condiciones normales, le daría. Aunque no todo es gratis, se deberá adscribir a un programa de restricción presupuestaria duro y que, a mi entender, lastrará aun más la recuperación económica.

Cuando digo que Europa ya ha aprendido no es por la ayuda en si misma. El mecanismo debería haber estado ya preparado para Grecia hace mucho tiempo, y no debemos olvidarnos de lo que es. Sí, es una ayuda, pero tiene intereses. Y sí, tiene intereses, pero menores a los de mercado. Es, sobre todo, una seguridad para Irlanda, y un freno que levanta grandes expectativas positivas en los mercados. El contagio que ha forzado a parte de nuestra deuda y nuestra bolsa a ir hacia abajo puede, a partir de mañana, volver a su cauce normal y positivo. Y lo que es de agradecer es que el drama se lo coman solo los irlandeses.

Europa debe dar muestras de confianza, de seguridad, de planes. En Grecia se hizo todo fatal. Se dilató en el tiempo una ayuda que estaba claro que tenía que llegar, había mensajes contrarios entre países y la situación griega (que había mentido en sus propias cuentas), no ayudaba. Con Irlanda parece que la cosa ha cambiado. La ayuda ya no se vende como un escandalo, sino como un colchón. Y los únicos que van a sufrir el reajuste serán los que, a partir del año que viene, comenzarán a sufrir lo que el gobierno de España ya comenzó con dureza.

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