viernes, 26 de noviembre de 2010

El nuevo índice del desarrollo humano, IDH.



La ONU hace tiempo que tiene puesta su mirada en algo más que la producción para hacer un ranking sobre el desarrollo de los países. Sin embargo no han sido pocas las críticas que han surgido a la forma de realizar estos índices, por lo que la propia ONU quiso que los académicos mandasen propuestas que mejorasen la elaboración de estos índices. Esta mañana nos han presentado una de las alternativas que le mandaron a la ONU, y un primer vistazo a lo que acabará siendo.

Crítica.


El índice IDH se hace mediante tres indicadores. Esto ya es de por si algo criticable puesto que deben ser indicadores que muestren realmente la situación y el desarrollo de los países, aunque en general, se acepta la sanidad, la educación, y el bienestar material (PIB per cápita) como la base de la que partir.

En primer lugar, se crítica el hecho de que el IDH se forma como la media aritmética de los tres indicadores, de forma que se asume que son sustituibles, es decir, que poco importa que alguien tenga muy bien la sanidad y mal la educación comparándolo con otro que tenga muy bien la educación y mal la sanidad.

En segundo lugar, las variables adoptaban muestras que, si bien para la comparación entre países desarrollados y poco desarrollados están bien claras, a la hora de poder comparar entre países afines, las diferencias eran tan escasas que tener una posición en el ranking era poco menos que, aleatorio.

Por ejemplo, a la hora de evaluar la educación, el indicador es una media ponderada entre el índice de alfabetización (2/3 partes), y el índice de matriculados (1/3 parte, con datos curiosos con países con más del 100% de índice de matriculación, con estudiantes que estaban matriculados en varios sitios a la vez). De poco sirve comparar el nivel de alfabetización entre España y Francia, por ejemplo, ya que van a ser tan iguales que las diferencias pueden ser atribuibles a la estadística u otros motivos que no tienen nada que ver con el esfuerzo educativo.

A la hora de evaluar la sanidad, se toma la esperanza de vida al nacer. Otra variable que entre países ya desarrollados no tiene una repercusión grande y no tiene en cuenta, por ejemplo, la densidad demográfica.

En cuanto al bienestar material, este se tomaba como el logaritmo del PIB per cápita, lo cual hace un sesgo que resta importancia a las rentas más altas. De nuevo, no alude para nada a la distribución de la renta, uno de los factores más importantes a la hora de observar el desarrollo de una sociedad o, al menos, su situación social.

Otra de las críticas era la del marco y los límites de los índices. Por ejemplo, se tomaba como límite inferior los 100 dólares como PIB per cápita, por lo que todo lo que estuviera por debajo se queda como 100, y el límite era de 40.000 dólares, por lo que todo lo que esté por encima se queda como 40.000 ofreciendo más limitaciones importantes a la hora de analizar la realidad estadística. Lo conveniente es no coger límite inferior (cogerlo valor 0) y que el límite superior (pues se necesita uno para hacer lo índices, ya que un valor tiene que tener el valor máximo 100%), se cree a partir del máximo recogido por los datos.

Propuesta


La propuesta parte de hacer un cambio metodológico en la obtención de los diferentes índices y en la creación después del IDH, adecuándolo a la comparación entre países desarrollados, para que est, además de ser ordinal (es decir, en ranking), pueda ser más comparativa o cardinal (es decir, poder decir cuanto mejor está un país con respecto a otro).

Se mantienen los tres elementos principales. La sanidad se toma como la vida potencial, que es la esperanza de vida de una persona media escogida al azar. Poblaciones con un gran porcentaje de ancianos tendrán una vida potencial menor que un país con más jóvenes. Es decir, se tiene en cuenta aspectos demográficos más que la esperanza de vida como tal. Con este índice, España bajaría tres puestos, Japón 15 (tiene una población muy anciana), Italia 13, y países como Irlanda o Estados Unidos subirían entre 12 y 14 puestos. Como vemos, cambios reseñables.

Sin embargo, esta propuesta no ha sido aceptada por la ONU, y por lo que sé, seguirán optando por la esperanza de vida al nacer como indicador de salud.

En cuanto a educación, la propuesta era la de analizar el número de años que se estudian a partir de los 15 años. En primer lugar, no se toma toda la vida educativa por que hay países que empiezan antes que otros y, sobre todo, para que el grueso tomado en cuenta sea el de la educación no obligatoria. EN el caso de España, por ejemplo, la media es de 5,4 años (es decir, que se estudia hasta los 20 años y medio), mientras que la media de la OCDE era de 6,9 años. España, muy perjudicada por este hecho, bajaría unos 15 puestos. Como vemos, son estadísticas más sensibles y que, por tanto, dan una muestra más realista.

En particular, la ONU ha hecho algo parecido, sólo que ha cogido todos los años de vida educativa, a pesar de que no es lo más conveniente.

En cuanto al bienestar material, el cambio es bastante importante. Primero se calcula la renta igualitaria equivalente, aquella cantidad de renta que

igualmente distribuida produciría el mismo bienestar que la renta efectiva. Se calcula la diferencia entre el PIB per cápita y esta y se utiliza para ponderar la renta per cápita. De esta forma, países con menos desigualdad se verán menos perjudicados que países con una gran desigualdad, manteniendo como indicador principal la renta per cápita.

En este caso la ONU ha aceptado la propuesta como de gran importancia, utilizando el índice de Gini.

Por último, para realizar el IDH, en vez de hacer la media aritmética (sumar las tres y dividir por tres), se hace la media geométrica (la multiplicación de todos los indicadores elevados a un tercio). Lo que hace la media geométrica es algo parecido a la aritmética, pero penaliza el hecho de que los indicadores sean muy diferentes entre si. Es decir, para mejorar el indicador es conveniente hacerlo en los tres indicadores con los que se realiza, y no solo en uno.

Con este tipo de IDH, España bajaría seis puestos.

Obviamente, este tipo de indicador se puede mejorar, y a veces puede resultar mucho más conveniente echar un vistazo a los índices base, la totalidad existente sobre educación, sanidad, distribución de la renta, etc. Pero como agregado, al menos se ha mejorado la forma de realizarlo, y por tanto, su nivel de realismo.

Ahora eso sí, cuando en los próximos días salga el nuevo ranking de IDH, que nadie se crea que España ha bajado 6 puestos de golpe, es simplemente un cambio metodológico. Veremos en cuantos sitios omiten esto.

 

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