El cambio del sistema productivo que nos trajo la revolución
industrial, con la consiguiente especialización de los trabajadores en
numerosas, y diferentes áreas de la actividad económica, conlleva la perdida
del conocimiento “inmediato” sobre el estado de situación de un determinado
sistema económico. El hecho de que solo atisbemos a ver una minúscula parte de
un sistema complejo, no nos permite asociar nuestro trabajo, nuestra realidad,
con el sistema general.
Antiguamente, cuando las crisis económicas podían provenir
de una mala cosecha (sequias generalizadas, problemas de abastecimiento), las
crisis derivadas a nivel general podían ser entendidas por todos. Entendidas no
solo significa “comprendidas”, si no también, “asumidas”. Cuando uno ve que su
campo y el del vecino están anegados, cuando un artesano ve que su pueblo está
padeciendo hambrunas, saben y asumen, que los malos tiempos han llegado.
Hoy día el tema es algo más complejo. Aun muchos no llegan a
comprender como una crisis así ha podido echar por tierra lo que pensábamos que
habíamos conseguido con arduo trabajo. Y es normal. Nos dicen que el sistema
financiero está mal (y es cierto), pero señores como Botín se llevan diez
millones en dividendos y entonces la gente no entiende nada.
Conocidos economistas no llegan a entender como es posible
que estemos hablando de una “nueva” recesión, ¿cómo podrían? ¿acaso hemos
salido de la primera?
Se nos pide confianza, pero los sistemas democráticos
(piedra angular de un sistema serio, estable y moderno), se tambalean un poco
cuando Berlusconi debe dimitir vía prima de riesgo y Papandreu por pedir un
referéndum. No, no es cierto. Hay cantidad de factores, e inclusive yo estoy de
acuerdo en las decisiones tomadas. Pero la gente se queda con lo poco con lo que
puede entender y asociar.
En un estado en el cual la gente ya no puede entender la
realidad, en donde no puede seguir la cadena de situaciones causa-efecto que se
suceden en el tiempo, los discursos políticos se vuelven vacíos de contenido. Necesariamente.
Hacemos cumbres donde parece que se va a acabar el mundo.
Todos dando discursos, sacando propuestas, mandando mensajes. Pero semanas
después parece que la situación sigue igual o peor. ¿Es que acaso son todos
unos incompetentes? No, pero, ¿qué va a pensar la gente?
Mientras se evoca la identidad de los economistas como
artífices de todos los males, de no haber “adivinado” que algo así iba a
ocurrir (algo falso, pues se avisó con tiempo de sobra), la gente sigue
pidiendo varitas mágicas, que no existen y con la única opción y esperanza de
que un cambio, por tonto que parezca, sea el principio del fin. Cambio, da
igual que sea en España, en Grecia, en Francia o Alemania. Tras una crisis,
está demostrado que la gente pide cambio. Y es sencillo. Cuando has dejado de
asociar una realidad con otra, cuando ya no sabes ni entiendes que hay que
hacer, pero sabes que lo que hay no va por donde quieres, urge darle la vuelta
a la tortilla.
Información y comprensión, elementos tan cruciales y
complejos que, lastrados por la magnitud de una realidad a la que no podemos
abarcar, implican cambios sin rumbo, vaivenes y, eventualmente, pues todo
llega, mejoría, mientras los finos hilos del tiempo se esconden de nuestra
escasa visión.
O dicho de otro modo, ¿Qué debió pensar Laika?
¡Excelente artículo! Me encanta la capacidad que ienes de mirar más allá. Muchas veces los economistas y los físicos se quedan a vivir en el mundo de las cifras, en el de sus modelos en vez de salir y ver la realidad.
ResponderEliminarLo que has escrito me ha llevado a una reflexión que comparto contigo en http://ebaste.wordpress.com/2011/11/13/interesante-reflexion-sobre-la-situacion-economica-y-lo-incomprensible-de-que-unos-no-tengan-trabajo-y-otros-se-forren/
Un abrazo y gracias!
Eduardo