martes, 8 de noviembre de 2011

Adam Smith y las contradicciones sobre su persona

Adam Smith es quizás una de las personas más conocidas en el mundo académico. Pocos en cambio habrán leído en verdad sus textos, o sabrán realmente lo que dice, si bien inspira muchos de los argumentos que algunos liberales siguen hoy en día usando, en algunos casos con cierta razón.
Sin embargo, la figura de Adam Smith encierra ciertas contradicciones que sirven más como irónico comentario que como descalificación académica (desde luego, no es esa mi intención).
Adam Smith es considerado por muchos como el primer economista. De hecho La riqueza de las naciones fue el primer libro que compré antes incluso de pensar en serio hacer la carrera de economía.
Sin embargo, ni fue el primero en escribir sobre economía (obviamente), ni fue el primer economista como tal, pues, Adam Smith fue, ante todo, un filósofo (moralista y lógico).
Claro que puso la primera piedra oficial de lo que luego sería la ciencia económica. Si bien antes, nombres como Petty o Cantillón, habían escrito sobre política económica desde un marco de investigación analítico (y no meramente descriptivo o normativo, como hacían muchos de los escolásticos), fue el señor Smith quien introdujo en el análisis a los individuos como entidades independientes, seres libres, y como estos debían organizarse, libremente. Dio forma a las teorías de valor y distribución y, sobre todo, dio caña a los mercantilistas de la época, que si bien escribían mucho de economía, no lo hacían con la visión sistemática que un sistema económico como tal requería.
Otra de las contradicciones es justamente esta. Pues muchas de las criticas que hizo hacia los mercantilistas las copió, a su vez, de unos pocos y casi desconocidos mercantilistas que, habiendo entrado ya en la era capitalista, criticaban las ideas proteccionistas de sus coetáneos.
Otra de estas contradicciones se basa en su propia filosofía. Todo su liberalismo se basa en que las personas seguían el “Principio de simpatía”, que no significa que todas las personas son simpáticas, sino que intentan socializarse. La búsqueda de el mejor beneficio para uno, siempre y cuando no entre en conflicto con el beneficio del resto (elemento que muchos suelen obviar de su ideario), llevará al bien común. Sin embargo, a pesar de que pensara abiertamente en este principio de sociabilidad, Adam Smith fue un hombre, por lo que dicen, bastante huraño, misógino, que no se casó, y que se encerró en su casa durante más de un lustro para escribir el tan conocido libro, siendo en parte, el hazmerreir (quizás es decir mucho) del pueblo escoces en el que vivía.
La cuarta sería su propio trabajo. Un liberal consagrado como Smith trabajó hasta su muerte como director de Aduanas, si bien es entendible puesto que su padre ya había sido oficial de aduanas, y supongo que desde la misma impulsaría un comercio más libre.
A lo largo de mi vida he escuchado muchas cosas sobre Smith, incluso un liberal acérrimo me dijo que a veces se le iba la olla cuando le pasaba citas donde dejaba de lado su faceta más liberal. Lo cierto es que, contextualizado, Adam Smith es incluso más grande (humanizar hace todo más realista y a veces más heroico), de lo que, como “padre” de la ciencia económica la ignorancia nos puede hacer pensar.
Recomiendo encarecidamente que si alguien quiere tener una biblioteca de temas económicos, La riqueza de las naciones esté en primer lugar, junto al Capital, del que también hablaré otro día (Marx ni siquiera era marxista, todo este mundo está lleno de contradicciones irónicas). Y al que le guste el tema, un buen libro de pensamiento económico como el que ya recomendé hace unas semanas, se hacen indispensables para disfrutar de la historia del mundo y de las ideas.

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