lunes, 2 de mayo de 2011

La izquierda tiene que renovar su ideario económico.



Que la izquierda está perdiendo fuelle en el panorama político es algo que pocos pueden negar. Actualmente todos los países de Europa parecen ir tendiendo hacia el voto de la ultra derecha, y en España la cosa pinta bastante parecida.

Lo raro no es que pierda fuelle el partido de turno en un país que acaba de ser azotado por una crisis, sino que la victoria se abalance más por el lado de la derecha que por el de la izquierda, sobre todo cuando la gran crítica a la crisis se hacen desde argumentos de izquierda.

El problema es que, dentro de las entelequias clásicas que todos los políticos nos venden, la izquierda sigue representando toda una serie de críticas y posturas que hace tiempo que no llevan a nada.

La renovación es obligatoria, y espero que en los próximos cinco años que se nos vienen la izquierda (y no solo la española, pero esta encarecidamente, pues es la que me atañe) recobre con fuerza el camino por el que discurre su base política y su visión del mundo.

Hay que dejar de utilizar la economía para generar slogans y dichos que desinformen a la sociedad. Hay que dejar de criticar a los políticos o a los funcionarios por sus “altos salarios”.

Por dos razones: En primer lugar, porque no son todo lo altos que deberían ser y, en segundo lugar, por que bajarlos no reportaría un ahorro sustancial. Debemos dejar de pensar en quitar ministerios o privilegios a los políticos porque con ello no conseguimos realmente nada. NADA.

Debemos pensar más a lo GRANDE. Dejarnos de tonterías estúpidas que colean y pegan muy bien pero que no sirven de nada. Debemos pensar en cambiar todo el sistema organizativo del sector público: Menos burocracia. Más control organizativo. Más objetivos y proyectos basados en el largo plazo y la eficiencia técnica. Un sistema de funcionariado que no se base en unas oposiciones puramente memorísticas para realizar luego un trabajo mecánico y automático.

Debemos de dejar de colar críticas a unos bancos que siguen impunes a cualquier insulto que, creas, puedas lanzarles.

Debemos ser conscientes de la realidad impositiva. La izquierda no puede seguir  coreando una subida de impuestos si estos no generan un aumento de la recaudación. Hay que impulsar más inspectores, y aumentar las multas por evasión fiscal.

Debe ser la izquierda la que se debe adueñar del argumento de la eficiencia en el sector público. Nadie sino el que tiene un sueño, y el que cree en la función de todo el entramado público, puede ser el que defienda y luche porque funcione de verdad. Nadie sino alguien de izquierdas como yo puede estar más cabreado con todas las ineficiencias que se pueden generar de lo que, bien hecho, tiene que servir para mejorar el sistema económico.

Debemos luchar por cambiar el sistema productivo desde la base. Con horarios diferentes, europeos. Con niveles de vida (no en cantidad, sino en calidad y en forma) diferentes.

Debemos saber contextualizar al ciudadano medio. Hacerle saber que ahora está en Europa, con todo lo que eso conlleva. Y que ahora el centro de las decisiones políticas se basa en la asignación eficiente de unas necesidades cada vez más particulares, diseñadas desde las comunidades autónomas.

La izquierda debe defender la libertad cultural y religiosa. El laicismo no es ausencia de religión, o no debe serlo. Sino la defensa y la comprensión de la convivencia entre todas las formas de pensamiento. No abandonar el planteamiento religioso o ideológico, sino utilizarlo bien. Pues la ideología no es una forma sesgada de explicar el mundo. Es una forma subjetiva, particular y humana de ver el mundo.

La izquierda debe abandonar la pretensión de mantener a ciudadanos asqueados con un sistema que no entienden y con el que están cabreados. La izquierda debe explicarles a estos las verdaderas opciones viables desde la izquierda. Sin filtros utópicos. Y a quien no le guste que se vaya solo a los mundos de yupi.

La izquierda debe dejar de mantener y financiar todo aquellos que no sea útil u objetivamente necesario. La cultura hay que mantenerla, pues los valores que ostenta están más allá de lo que una valoración privada puede encontrar. Pero eso no es escusa para mantener organizaciones que se lucren de su poder único. La cultura debe ser ante todo, una forma de expresión. No una forma de hacer dinero.

La izquierda comete tantos, tantísimos errores en su propio ideario, que a veces es difícil pensar en su resurgimiento. Sé que hay una gran diferencia entre las opciones de izquierda y el laisser faire de la derecha. Y es que este último no tiene matices con los que jugar.

La izquierda sigue fraccionada porque el espectro que la mantiene es demasiado amplio. Y eso no es del todo malo. Pero cuando los objetivos de una verdadera izquierda no se corresponden con los objetivos que consigue, es hora de levantar la vista a la realidad y decir ¿qué estamos haciendo? ¿es esto lo que queremos?

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